Como ya es mi rutina nocturna, me senté en mi balcón a contemplar como la gente pasa, de un momento a otro apareció aquel vagabundo, cargando su vida sobre la espalda. Se sienta delante de la puerta de colores brillantes y prende un cigarro.
Veo la gente como pasa frente a él, cual fuera un fantasma, y de un momento a otro, como si el tiempo se detuviera él me mira en mi ventana... y yo lo miro, con su vida sobre el hombro y su cigarro.
En ese instante dos miradas se cruzaron, dos vidas tan distintas, y a la vez tan parecidas.
Por un instante pensamos lo mismo, uno a cada extremo de la vida, nos cruzamos y hablamos sin decir palabra.